Antonio Francisco Maiz Castro nació en Cabra el 29 de junio de 1906. Era el varón mayor de cinco hermanos, sus padres eran Juan Maíz Almendral y Vicenta Castro López. Cuando Antonio tenía ocho o diez años, su padre abandonó a la familia, su madre estaba ciega a causa de un glaucoma y él se convirtió en el cabeza de familia. Debido a esta situación no fue a la escuela, teniendo que hacer pequeños trabajos para ayudar a la economía familiar. Desde muy niño ya hacía figuritas, platos y otras piezas de barro. Más adelante también modelaba vírgenes y figuras religiosas, todo ello de forma autodidacta.
Su trabajo se popularizó y llegó a oídos de Juan Carandell, catedrático de Historia Natural del Instituto, que preocupándose porque ese talento natural no se desperdiciara y con la idea de protegerle, hizo un llamamiento a autoridades y particulares en La Opinión, en enero de 1921. Se puso en contacto con José Sánchez-Guerra, presidente del Congreso de los Diputados que no tardó en buscar un hospicio donde Antonio Maíz pudiera alojarse en Madrid y una escuela donde formarse. De esta época pudieran ser los primeros bustos de los que tenemos conocimiento: un retrato del propio Sánchez Guerra y otro de Eduardo Dato, asesinado en marzo de 1921, que llevaría como obsequio a su benefactor.
En Madrid solo permaneció unos tres meses, pues no veía cumplidos sus objetivos en lo que respectaba al aprendizaje de la escultura y, tras conocer la precaria situación de su familia, resolvió volver a Cabra.
No tenemos noticias de su vida en los años siguientes aparte de que estuvo trabajando en el matadero de la plaza de abastos y de que sus pequeños trabajos en barro seguían siendo populares. En mayo de 1924 decidió irse andando a Córdoba con un amigo y allí se dedicó un tiempo a modelar el barro en la calle, con lo que su figura se hizo conocida. Luis Moreno Viñas, egabrense residente en la ciudad le proporcionó ayuda y cobijo.
A partir de ese verano Juan Soca fue quien inició una suscripción a través de la prensa para ayudarle en sus estudios y, por su parte, el Ayuntamiento le concedió una pensión con el mismo fin. Así, en septiembre de 1924, empezó en la Escuela de Artes y Oficios donde obtendría buenas calificaciones. La dirección de la Escuela sugirió que se trasladara la matrícula a Madrid para proseguir allí los estudios.
De los veranos de 1924 y 1925 se conocen algunas piezas, bustos de diversas personas egabrenses (Carmen González, Fernando Pallarés Besora y Elvira Ruiz, entre otros).
En octubre de 1925, con el apoyo de la pensión que el Ayuntamiento decidió prorrogar y los fondos de la suscripción, se fue a Madrid para continuar sus estudios. Allí compartía una buhardilla con el poeta egabrense Pedro Iglesias Caballero con quien trabó amistad. En verano de 1926 empezó en el taller de Juan Cristóbal, según el propio Maíz, de la mano de Julio Romero de Torres, al que había conocido en Córdoba. Por otra parte, Juan Soca, que hacía un seguimiento de sus progresos y trabajos en la prensa, informaba que el padre Antonio Peña fue el que le introdujo en el taller del escultor. En Madrid, además de ir progresando en los estudios, tuvo la oportunidad de conocer a grandes figuras del mundo cultural gracias a su maestro, el reconocido escultor Juan Cristóbal.
Permaneció 8 años en Madrid, pero mantenía su relación con Cabra. Así, en 1927, y por encargo del Ayuntamiento, realizó el busto de Juan Valera bajo la supervisión de Juan Cristóbal. Antonio Maíz obsequió con su trabajo al pueblo de Cabra. En septiembre de 1930 hizo una Pepita Jiménez en escayola que salió en carroza, precediendo a la Virgen de la Sierra en su entrada a Cabra.
En 1931 presentó a la exposición de pensionados y aspirantes a pensión de la Diputación de Córdoba un busto de Mariana Pineda en piedra y una cabeza de Fernando Peña Pastor de escayola con los que obtuvo una pensión.
En mayo de 1932 consiguió también un diploma y un premio en metálico en Córdoba por una escultura de Julio Romero de Torres presentada a la II Exposición de Trabajos Manuales. Ese mismo año participó en una exposición que se hizo en Cabra con motivo de la visita de Niceto Alcalá-Zamora en octubre para inaugurar el curso académico en el Instituto. En febrero de 1933 se le encargó el busto destinado al monumento de Aguilar y Eslava, inaugurado en octubre de ese año.
Mientras, en julio de 1932 hay noticia de que hizo una Virgen de la Sierra para la hermandad filial de la Virgen de la Sierra de Málaga que sería destruida durante la guerra civil.
Regresó definitivamente a Cabra hacia finales de ese año y se casó con Dolores Jiménez Cejudo. Conocemos algún trabajo como el busto de Barahona de Soto para el Instituto de Lucena (1934), pero en esa época convulsa no surgían muchos trabajos. Pronto llegó la guerra civil y estuvo de vigía en un puente.
Tras la muerte de Juan Leña Cuevas, hizo su máscara mortuoria para plasmarla en un busto. En 1937 hizo un busto de Franco en escayola para el Ayuntamiento de Cabra. En 1938 realizó la lápida de la vizcondesa de Termens para el santuario de la Virgen de la Sierra, diseñada por el escultor granadino Navas Parejo.
En 1940 su hija mayor, Margarita, de seis años, tuvo un accidente jugando en el antiguo cementerio cercano a su casa, resultando herida de gravedad en una pierna. A partir de ahí las idas al hospital de Córdoba, los cuidados necesarios, además de la preocupación constante, representaron un descalabro en la vida y en la economía familiar. Hacia finales de ese año se fue a Barcelona, donde encontró un duro trabajo en canalizaciones urbanas que pasó factura a su estado físico.
A su regreso a Cabra recibió el encargo de Antonio Campos Navas de hacer la Virgen de la Amargura para su oratorio particular. Esa imagen salió en procesión a partir de 1942. Al año siguiente Pedro Campos García, hijo de Antonio, formó una pequeña cofradía y se ocupó de ir haciendo mejoras, como la incorporación en el paso de una imagen de San Juan y otra de María Magdalena en los años 1947 y 1955, realizadas por Maíz Castro en Cabra, aunque no sabemos la fecha de ejecución.
En 1943 realizó la talla en madera de Guillermo Pérez-Aranda, hijo fallecido de Agustín Pérez-Aranda, uno de sus protectores. Ese mismo año entró a trabajar en el taller del escultor Francisco Campos Serrano, donde permaneció unos seis años. Otro encargo fue el de la lápida en memoria de Manuel Mora y Aguilar para el santuario de la Virgen de la Sierra, descubierta en agosto de 1947.
En 1949 recibió otro encargo: unos medallones de escayola para el Instituto de Aguilar y Eslava con retratos de antiguos directores y motivos clásicos para la decoración de unos nuevos salones.
Debido a la escasez de encargos se prescindió de sus servicios en el taller de Campos Serrano en 1949. En esas fechas, trabajadores de Mármoles La Presa, de Loja, que viajaban a Cabra para comprar materiales, le ofrecieron trabajo para que realizara lápidas y piezas escultóricas para el cementerio de la localidad y otros trabajos de ornamentación. En otoño de 1949 se trasladó allí con su esposa y sus seis hijos. En esa empresa permaneció hasta 1958. Son conocidas algunas de sus esculturas para el cementerio municipal de Loja, como un Sagrado Corazón de Jesús, una María Inmaculada y diversos relieves y grabados. Entre las piezas para domicilios particulares, conocemos la Dama de las Rosas.
En ese tiempo terminó la talla de una cabeza de Cristo que había empezado en Cabra y que presentó en sendas exposiciones en Córdoba (1952) y en Cabra.(1954), obteniendo premios en ambas exposiciones. También de esos años es una talla de Cristo para el sepulcro de la parroquia de Santa Isabel de Huétor-Tájar.
Hacia mediados de la década de los 50 varios artistas lojeños se unieron para crear una Escuela de Arte, pasando a ser profesor de modelado y escultura en la misma hasta los primeros años de la década de 1960.
En 1959 el Seminario de los Padres Claretianos de Loja le encarga varias piezas escultóricas en las que estuvo trabajando alrededor de un año. Un Sagrado Corazón de María en mármol blanco, un busto de San Antonio María Claret, en mármol gris, y varios relieves de figuras y escudos para un altar del interior del seminario. Otros encargos posteriores son una talla de un Cristo crucificado para el convento de las Clarisas, una Virgen de Fátima para la iglesia de San Gabriel y el Cordero Pascual de la custodia de la Iglesia Mayor de la Encarnación, ambos en escayola.
En este tiempo empezó la talla de la Virgen de la Esperanza que le costó hacer varios años y que regalaría a su hija Margarita en 1974.
Hacia finales de los años 50 (1958-60) hizo el relieve de Juan Soca en mármol gris y el de Agustín Pérez-Aranda en escayola polocromada, ambos de Cabra.
Posteriormente, en 1970, se puso en marcha la Escuela Artesana Lojeña, donde fue profesor de modelado y escultura. Esta ocupación aumentó su popularidad en Loja y a partir de ese momento realizó bustos y retratos de personas de Loja y otros encargos (tenemos conocimiento de los de Carmina García, de Cabra y Justino Sansón, de Madrid). Al cierre de la escuela continuaría dando clases de dibujo a los niños en su domicilio durante varios años.
Tras la muerte de su hijo Fernando, a finales de 1974, sufrió una profunda depresión, refugiándose en el dibujo y la pintura.
Continuando su contacto con Cabra, más adelante, en verano de 1975, hizo los bustos de la familia Garrido Campos y en 1976 recibió el encargo de hacer el busto del que fuera su amigo y compañero en Madrid, el poeta Pedro Iglesias Caballero, para la reconstrucción del monumento en su honor. Debido a alguna mala gestión, y a pesar de estar todo acordado, este encargo no llegó a su término, suponiendo un desengaño para Maíz Castro que se desplazó a Cabra para el trabajo y tuvo que quedarse con el busto. Actualmente el busto en escayola se encuentra en Loja.
En 1980 recibió el encargo de hacer el busto de Rafael Pérez del Álamo para un futuro monumento. Tardaría tiempo en realizarlo, debido a su edad y a su estado de salud. Mientras estaba trabajando en él, en marzo de 1981, el busto de Aguilar y Eslava de Cabra fue destruido en un acto vandálico y desde el Instituto se le solicitó una nueva ejecución del mismo a imagen del original. Se desplazó a Cabra para ello, quedando inaugurado de nuevo en diciembre de ese año.
Llegó el momento de los reconocimientos en vida, cosa que sucedió en Loja, pero no fue así en Cabra. En 1985 se dio su nombre a una calle de la localidad granadina y en agosto de 1989 en un emotivo homenaje popular fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad de Loja.
Falleció el 25 de marzo de 1990. El 6 de diciembre de 2003 se inauguró el busto fundido en bronce de Rafael Pérez del Álamo en la avenida de su nombre en Loja. El Ayuntamiento de esa ciudad cumplía así con el compromiso adquirido con el escultor. Se consideró un homenaje a las dos figuras, a Pérez del Álamo y a Maíz Castro.
Desde hacía años, Cabra tenía como asignatura pendiente rendir un homenaje de altura al escultor. Hasta el momento, sólo se había puesto nombre a una calle, y
eso fue a finales de la década de los noventa, aproximadamente.
Por iniciativa del grupo JAL, equipo de trabajo de Cabra en el Recuerdo, se intentó recuperar el interés por su arte y su figura a fin de recordar debidamente su labor y trayectoria. Así, se buscó información recurriendo a la prensa de la época, a la familia y a otras fuentes, tanto particulares como institucionales, que no dudaron en facilitar el trabajo. A partir de aquí, se elaboró un texto y un catálogo de sus obras, que reúne tanto las llegadas hasta nosotros como las recogidas a través de la prensa histórica.
Gracias al apoyo y a la colaboración del Ayuntamiento de Cabra, el proyecto se plasmó en un libro que finalmente vio la luz el 22 de abril de 2023 (prácticamente a los 33 años del fallecimiento del artista). Ese mismo día se descubrió un relieve con el perfil de Juan Soca, obra de Maíz Castro, sito en la entrada de la Biblioteca Municipal Juan Soca. Asimismo, se inauguró una exposición con las obras originales del escultor pertenecientes a familias egabrenses que generosamente las cedieron durante los 9 días en que pudieron admirarse en la sala de exposiciones municipal, teniendo un gran éxito de público. También se programó un Aula Viva dedicada especialmente a la historia de los monumentos de Juan Valera y Luis de Aguilar y Eslava, en los que Maíz Castro participó realizando ambos bustos. Todo ello fue posible gracias al gentil auspicio del Ayuntamiento de la ciudad.
A estos eventos asistió la familia, llegada de muchas partes de España, numerosos egabrenses interesados y autoridades locales, personándose igualmente el Ayuntamiento de Loja, representado por su alcalde y otras personalidades.
El colectivo de Cabra en el Recuerdo cree haber logrado el justo objetivo de recuperar su figura y obra para que no caiga en el olvido, y agradece a cuantas
personas e instituciones que han ayudado a que esto sea posible.
Fotos y texto extraídos en el libro «Maiz Castro escultor, Cabra 1906-Loja 1990» de María Pilar Mortes Arjona.
María Pilar Mortes Arjona
(Cabra en el Recuerdo)
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