Don Antonio Povedano, párroco de la parroquia de Santo Domingo, ante las manifiestas carencias que la enseñanza primaria en Cabra venía arrastrando desde siempre, por la dejadez de las autoridades nacionales y locales, concibió y emprendió el proyecto pedagógico y evangelizador de la creación de unas escuelas para niños pobres de la localidad. Estas escuelas se asentaron en dos huertas de la calle Priego aledañas a la parroquia de Santo Domingo, una comprada por don Pedro Pedrosa García la otra entre don Antonio Povedano y don Trinito de la iglesia y Varo, y encargándose don Antonio de la construcción del edificio que albergaría la clase y la vivienda para el maestro, consiguiendo arrancar su actividad de forma provisional el año 1920 siendo el año siguiente donde comienza su actividad de forma definitiva.
Esta pequeña escuela parroquial poco a poco fue progresando con el celo de don Antonio Povedano y de los sacerdotes y personas de toda índole que le ayudaron en el proyecto, que estaba basado en un principio de los métodos pedagógicos del Padre Manjón «Al aire libre, poca teoría y mucha práctica» a imagen y semejanza de las escuelas que este fundó en Granada y de la influencia del espíritu salesiano que don Antonio Povedano recibió durante su estancia en Montilla en sus primeros años de sacerdocio. Entre los colaboradores que hemos citado destacaremos la de los sacerdotes don Pedro Pedrosa García y don Trinidad de la iglesia-y Varo que desde un principio se vincularon al proyecto, los de don Luis Pallarés y don Antonio J. Vargas protectores de la fundación y que abonaba los honorarios del Maestro y de un grupo de señoras que se encargaron de recaudar fondos para pagar el material escolar y la ropa que se les proporcionaba a los alumnos y para el sostenimiento del edificio, entre estas señoras estaban doña Carmen de la Iglesia-y Varo, doña África Muñiz, doña Asunción Zácaro y doña Soledad Pérez-Aranda.
Los alumnos se encuadraban en tres secciones, Párvulos, Elemental y Superior y siempre que el tiempo lo permitía, las clases se impartían al aire libre aprovechando el frondoso huertos y amplio patio. De la capital granadina vino el primer maestro don Ramón Herrera que demostró su competencia llegándose a alcanzar el primer año casi el centenar de alumnos lo que hizo necesario que el propio don Antonio diera clase a los mayores. El día del Corpus de 1923, recién cantada misa por don Trinidad de la iglesia-y Varo, fue destinado este a la dirección del Ave María, cumpliéndose así los deseos de don Antonio de poner a un sacerdote al frente de sus escuelas. Ambos sacerdotes dieron un nuevo impulso al proyecto con la edificación de una nueva clase y la formación de la banda infantil de música y un coro infantil, para la enseñanza del solfeo se contó con don Francisco Moral León, ocupando el puesto de director de la Banda don Secundino Moral León.
Los locales de la escuelas del Ave María se asentaban en una superficie de 754 m2, dividida en cuatro partes, la primera la entrada, era un jardín con árboles frutales con unos 100 m2 que contaba con una fuente de agua, la segunda era un aula amplia y ventilada construida con arreglo a las modernas leyes higiénicas y sanitarias con una superficie de 70 m2, la tercera era un amplio patio de juegos de unos 500 m2 que también contaba con fuente de agua y la cuarta era la nueva aula que daba al campo, con mucha luz rodeada de árboles y con magníficas vistas con una superficie de unos 84 m2.
La preparación de la Banda de Música corrió a cargo del excelente y joven profesor, procedente de las escuelas avemarianas de Granada, don José Miranda, que en un tiempo record preparó a veinticinco muchachos que dignamente debutaron en la Semana Santa de 1926, a pesar de que solo habían tenido tiempo de preparar dos piezas musicales haciéndolo primero en la procesión de Ramos de Santo Domingo y después acompañando a la «Pollinita». Esta Banda de música fue el orgullo de las Escuelas y de su creador, y sirvió también en la labor de apostolado de la parroquia de Santo Domingo ya que aquella banda los domingos y Jueves Eucarísticos, abría marcha tocando un alegre pasodoble en marcial pasacalles dirigiéndose hacia la parroquia con las interminables filas de niños que les seguían entusiasmados. La banda de música con los años fue adquiriendo más fama y era requerida para fiestas religiosas y profanas de los pueblos de la comarca.
En el año 1927 el recién ordenado sacerdote don Alfonso Camargo se hizo cargo de la dirección de las Escuelas del Ave María lo que supuso un nuevo impulso para ellas que contaban ya con doscientos alumnos. Cuando don Alfonso fue destinado a Rute, junio de 1930, le sustituyó don Pedro Vallejo que dejó marcada huella en sus alumnos que lo recuerdan como maestro ejemplar. El número de alumnos no dejaba de crecer, por lo que hubo que ampliar el número de clases y aumentar el número de profesores, plazas que ocuparon algunos de sus primeros alumnos que ya estaban capacitados para las tareas docentes. Entre los profesores que impartieron clases en estas escuelas podríamos citar a los hermanos Antonio y Manuel Castro, don Antonio Reyes Pareja, don Juan Aranda Roldán, don Francisco y don Antonio Ramírez Pérez y don Juan López Caballero.
Tras ser destinado a Zuheros don Pedro Vallejo, fue sustituido por el recién ordenado don Isidro Toledano, gran maestro, excelente cantor y extraordinario músico y para la dirección de la banda fue designado don Alfredo Vergillo López, ambos continuaron la línea ascendente, con una dedicación casi permanente, enlazaron la enseñanza pedagógica con la música y el canto, llegando a formar un verdadero «orfeón», que al integrar al coro las voces graves de los antiguos alumnos se convirtió en un auténtico coro polifónico que interpretaba tanto composiciones profanas al más puro sabor clásico como composiciones religiosas. La banda actuaba en Lucena, Priego, Rute, Aguilar, Doña Mencía, Córdoba, Málaga y Granada. Don Alfredo Vergillos murió en la guerra civil sucediéndole en la dirección de la Sección musical don José López Fuentes, don Luis Espejo Vergillos, don Andrés Amo Espejo y don Francisco Salamanca Cantero.
En la última década de la vida de don Antonio Povedano y pensando en la continuidad de su obra escolar, el modelo Salesiano de San Juan Bosco y su Congregación se implantó definitivamente en las escuelas del Ave María egabrenses, para ello contó con la entusiasta colaboración de antiguos alumnos salesianos, se adquirieron las imágenes de María Auxiliadora y de San Juan Bosco, se vincularon las asociaciones de Damas Salesianas y los Caballeros de San Juan Bosco a la que se incorporaban los antiguos alumnos del Ave María. Los niños aprendieron pronto los cánticos e himnos salesianos y don Antonio intensificó el contacto con la jerarquía de esa institución con la idea de que las escuelas del Ave María de Cabra pasasen a depender de la Institución Salesiana. No prosperó la idea y al final los salesianos no se hicieron cargo de las escuelas del Ave María.
La noche del once de marzo de 1951 el alma de las Escuelas del Ave María don Antonio Povedano Roldán, fallecía en su cama mientras dormía, dejando a la sociedad egabrense un gran legado afectivo, como corroboran las muchísimas personas que tuvieron la suerte de tratarlo y un gran legado cultural como fue los miles de egabrenses que adquirieron unos conocimientos sociales y culturales asistiendo a sus queridas escuelas parroquiales del Ave María.